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miércoles, 24 de octubre de 2012

Marchan los estatales contra el ajuste. Asoma Urribarri


El 21 de enero de 1993, los gremios de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) y la Asociación gremial del magisterio de Entre Ríos (AGMER), encabezaron la que tal haya sido la mayor movilización popular de la historia reciente de la provincia. Su nivel de convocatoria solo puede ser comparada con el multitudinario cierre de campaña protagonizado por Carlos Menem en 1989 o con la concentración del día del trabajador de 2010 que contó con la presencia del ex – mandatario Néstor Kirchner. Se sumaron, además, otros gremios minoritarios y fuerzas políticas. Los organizadores estimaron una concurrencia de entre 10 y 12 mil personas. El semanario Análisis (que hizo una edición extra para dar cuenta del suceso) bajó la expectativa a unos 6 mil asistentes. El Diario, sin dar cifras, mencionó que esa noche hubo “miles de personas” en la marcha, que tuvo “ribetes multitudinarios”.
El radicalismo, que por entonces aún era una fuerza con aspiraciones de poder, se puso en un lugar preponderante, afirmado en que sus legisladores se habían opuesto al ajuste durante la votación en diputados. La presencia del ex – gobernador Sergio Montiel tuvo un ingrediente extra. Es que durante su paso por la Casa Gris, el extinto caudillo tuvo una relación conflictiva con los agentes estatales, al extremo de que llegó a cerrarles el acceso a la explanada a una convocatoria de los maestros.
(…)
Frente a Casa de Gobierno, se dio lectura a un documento suscrito por la “Asamblea en Defensa de Entre Ríos y su pueblo”, en la que los manifestantes expresaron que los despidos en la administración pública “redundarán en el achicamiento del mercado interno”, además de deteriorar aún más las condiciones de salud, educación y vivienda. El escrito expresaba a su vez algunos conceptos que, observados a la distancia,  destilan cierta ingenuidad, como que las políticas iban a repercutir en la seguridad dado que los policías “son trabajadores que igualmente se perjudican con estas medidas”. Lejos de ello, la Policía cumplió en esa instancia y en etapas sucesivas del ajuste, con esmero que supera lo netamente profesional, su rol de fuerza represiva del Estado. También se denunciaba también la “inmoralidad” de los funcionarios que habían ingresado a la planta del Estado “gente por la ventana” y que no eran capaces de rebajarse las dietas para evitar los despidos, cuando ambas medidas son de un impacto financiero tan disímil que resulta ridículo buscar punto de comparación, a no ser el efectismo de poner en contraste cuánto es el ingreso de unos y de otros.
(…)
El paisaje de aquella noche resultó casi dantesco. Los muñecos de Menem y Moine que habían sido quemados frente a la explanada por integrantes del Frente del Sur aún ardían tímidamente. Massarotti, que ofició de único orador, tomó el micrófono tras la entonación del himno para agradecer a la gente que se había acercado y a las 40 entidades que rubricaron el documento. Y arremetió con una definición que, 20 años después, tiene una connotación significativa: “Hubo algunos para los que la dignidad humana fue más importante que cualquier otra cosa. Incluso que las presiones partidarias. Por eso quiero destacar al Pato Uribarri (escrito así en el original)[i]. Urribarri fue la oveja negra de aquella Legislatura. Fue el único diputado peronista que se opuso al programa de ajuste de la 8.706 y votó en contra durante el debate del proyecto. En otro apartado analizaremos las implicancias políticas de aquella decisión, que significó la apertura de una grieta que se hizo rajadura años más tarde.



[i] Semanario Análisis. Nº 147. Sábado 23 de enero de 1993. Pág. 10. El Diario, viernes 22 de enero de 1993. Pág. 6.

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